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jueves, 28 de febrero de 2008

Unas chelas con George W. Bush

En marzo del 2002, un mes muy atareado para el Perú y para nosotros, ya que mis amigos y yo estábamos a punto de empezar nuestro tercer año en la universidad, decidimos ir a chupar donde ninguno antes lo había hecho, luego de una hora de decidir dónde e ir a comprar un par de cajas de chelas, decidimos ir a tomar a un cerro cerca a La Herradura, mi pata Carlito ya había ido antes con su flaca y sabía como llegar, así que fuimos en su caña, los 5 patas nos acomodamos y partimos todos apretados. Al llegar a La Herradura se empiezan a ver caras extrañas en la calle, hombres con gorros o pañuelos en la cabeza, que no dejan ver sus ojos, todos queriendo que parquees tu carro donde ellos dicen, aunque se ven algunos carros ya estacionados con las ventanas tapadas desde adentro con polos o papeles, no dan confianza de nada, lo único que hicimos es matarnos de la risa por los movimientos que se notaban en esos autos, seguimos nuestro camino hasta llegar donde Carlito nos había prometido. Subiendo el cerro y sin dejar de vacilarnos unos a otros, a Carlito se le da por subir derrapando, creo que le había caído un lapo desde atrás y de asado se le vino las enseñanzas de las películas de James Bond. Realmente llegamos gritando y asustados carajeando a Carlito por el susto que nos había dado, si el carro no hubiera estado en buenas condiciones fácilmente nos abríamos matado… pero al ver donde habíamos llegado, la hermosa vista de las puntas de Chorrillos y Barranco… esa cruz blanca y luces lejanas fueron lo único que llamaron nuestra atención y nos hicieron olvidar lo que había pasado hace unos instantes, abrimos la maletera, pusimos el disco en vivo de 311 a todo volumen y destapamos la primera chela, estábamos todos muertos de sed… Luego de 50 chistes y que la mitad de la caja se acabara nos dimos cuenta de que había un cañón de guerra a un lado del cerro, estaba medio escondido, como si lo hubieran puesto ahí especialmente para que nadie lo viera a simple vista, no nos sorprendimos mucho porque estábamos cerca de la Villa Militar, había muchos monumentos así cerca de ella. Como todo estaba totalmente oscuro Richi decidió encender las luces neblineras del carro, lo que vimos no sólo fueron las bonitas luces de las puntas, sino que divisamos a lo lejos en el horizonte un gigantesco barco, estaba como a 5 kilómetros pero se seguía viendo inmenso, nos sorprendimos mucho, a Miki y a mi nos entró curiosidad y fuimos a ver el cañón para saber si realmente era un monumento… nos equivocamos, era un cañón de verdad y tenía al lado un par de misiles listos para ser puestos y disparados, regresamos al carro donde estaban todos y les contamos, varios no nos podían creer y fueron a verificar, regresaban boquiabiertos medio palteados…hasta que Melcochita dijo algo que todos estábamos pasando por alto y que nadie al parecer se acordaba, el presidente de EE.UU., George W. Bush, estaba en el Marriot de Larcomar pues había tenido una cita con Toledo, y todo comenzó a caer por su propio peso… el cañón era parte de la defensa del presidente gringo y el buque de guerra que estaba a lo lejos en el horizonte era por si acaso empezara un ataque terrorista o cosa parecida. Sabiendo todos eso nos sentimos más tranquilos y seguimos tomando nuestras Pilsen, ya faltaba una caja nomás hasta que pasó otra cosa que nos asustó nuevamente, Richi vio dos patas con armas en el hombro caminando cerca al cañón fisgado, se nos acercaban y no sabíamos que hacer, hasta que Carlito dijo: bajen el volumen de la radio y dejen sus vasos en la caja, no se exalten, esperemos que esos wones se acerquen a ver que pasa. Al venir a nosotros nos dimos cuenta que eran unos soldados que simplemente estaban cuidando el cañón y que seguramente se habían ido a comer o hacer otra cosa por ahí al no tener un superior al lado, prendieron su linterna, observaron que estábamos tranquilos, tomando unas chelas y sin decir nada ellos se retiraron. Pero Melcochita gritó: ¿¡No quieren un vaso de chela!?. Y uno respondió: No, gracias estamos en servicio… Ya, ahora sí, estábamos totalmente en paz, subimos el volumen de la radio y acabamos la caja de Pilsen que faltaba sin dejar de matarnos de risa por lo que acababa de pasar… cualquier susto o espanto que pasa siempre es culpa Bush…reímos…